sábado, 16 de noviembre de 2013

Todos los cuentos de Fernando Ampuero (Análisis de J.E. Benavides)

Hace unos días asistí a la  significativa presentación del reciente libro  del escritor Fernando Ampuero. Editorial Planeta, finalmente,  logró reunir "todos sus cuentos", desde sus primeros relatos cortos de la juventud,  hasta algunos de reciente factura que demuestran, claramente, la interesante evolución narrativa del autor. 
Comparto plenamente la afirmación de que Ampuero es un indiscutible maestro del relato corto, y, por ello, comparto con ustedes una parte del discurso de presentación escrito por Jorge Eduardo Benavides acerca de este libro.  En la  mesa de presentación estuvo también el escritor Guillermo Niño de Guzman. 



ELEMENTOS EN LA OBRA DE FERNANDO AMPUERO

Por Jorge Eduardo Benavides

Fernando Ampuero, con una veintena larga de títulos que comprende relatos, novelas, teatro y poesía,  se ha convertido en un representante indiscutible de la narrativa peruana actual, traducido, antologado y receptor de las más elogiosas críticas. Pero es fundamentalmente en el cuento donde ha demostrado no sólo su gran solvencia de narrador experimentado sino su profundo conocimiento del género, la habilidad de quien maneja este oficio con una pericia que a ojos del lector pasa por sencillez y economía, pero que en verdad se trata de una elocuencia elegante que siempre nos invita a  pensar en la oralidad, en un narrador que parece entablar cierta relación tan vecinal y amistosa como especulativa con el lector, como si lo que nos cuenta fuera nada más que una sencilla anécdota, algo que nos puede ocurrir a nosotros o a algún conocido nuestro y que por lo tanto nos interesa de inmediato. Ello, naturalmente, es un truco, un recurso hábil para empezar sus cuentos haciéndonos, de un modo u otro, partícipes de una confidencia, de una atmósfera o del relato de un hecho que por cotidiano no deja de ser fabuloso.
Quizá pueda explicarme mejor si establezco un correlato con otros dos grandes cuentistas que le son afines tanto en lo personal como en lo literario: Julio Ramón Ribeyro y Alfredo Bryce Echenique. Así como el primero estableció sus dominios narrativos en el ámbito de la reflexión y la intimidad, en un desasosiego perpetuo y existencial, y el segundo hizo lo propio en el humor, la ternura y la nostalgia por la felicidad perdida, Ampuero ha configurado un emplazamiento propio y de sello absolutamente personal en que el protagonista es, básicamente, la mirada del narrador. Creo que no hay en la literatura peruana un registro tan fértil y variado de personajes: solitarios tocados por el aleteo del infortunio, jóvenes enamoradizos y crédulos, inefables peruanos varados en sus periplos por la Argentina, Nueva York, París o Ginebra, ricos de rotunda estirpe que nos traen a la memoria chispazos de una Lima tan luminosa como decadente, periodistas resabiados que trotan incansables por una Lima canalla y oscurecida y taxistas suspicaces, bellas muchachas frías, enajenadas o temperamentales (Por cierto, en la literatura de Fernando nunca hay chicas sino muchachas), cambistas depauperados, policías corruptos (ya sé es casi un oxímoron), rufianes de todo pelaje, locos benignos, pero fundamentalmente amigos. Amigos que cuentan, que aconsejan, que  glosan, escuchan, confiesan o participan de manera protagónica o tangencial en la trama y que le van dando a esta su aroma más real, cierta aura de cosa tangible y verificable. Muchas veces es el propio narrador el que parece acercarse al oído del lector para contarle algo que le ocurrió y esa manera, esa aproximación, opera un milagro narrativo que resulta de un valor tan infrecuente como difícil de alcanzar: que en los cuentos de Fernando Ampuero uno siempre es partícipe; no testigo sino presunto implicado; no mero lector sino depositario de una confidencia, no simple espectador deslumbrado por el artificio de la palabra sino curioso vecino que se asoma a la ventana de la cotidianidad para descubrir, con asombro y deleite, que la vida discurre, poderosa e imparable, frente a nosotros. 

¿Y qué hay pues en común en todos estos cuentos? No es tanto (ya digo) la enorme galería suya de personajes fascinantes que transitan por sus páginas ni las tramas diversas, algunas de las cuales son verdaderas prospecciones ontológicas de lo esencialmente humano, como en «Taxi driver sin Robert De Niro» o «Una vaga astrología»…-- sino un elemento común que durante mucho tiempo me resultó difícil de identificar y que en el transcurso de los días en que he estado preparando estos folios he tenido dándome vueltas a la cabeza como la palabra esquiva que tenemos a veces en la punta de la lengua.  Y no sé cómo explicarlo mejor, pero eso que hace de los cuentos de Fernando Ampuero algo tan profundamente personal es una suerte de impronta vitalista y exultante que incluso en los temas más escabrosos o terribles, incluso cuando el dolor secuestra y doblega la trama que desarrolla, su lectura nos deja un regusto de epicúrea y fresca felicidad, como si en el rescoldo profundo de la ficción siempre se nos advirtiera de que no hay que tomarnos las cosas demasiado solemnemente –porque hacerlo así es una cursilería-- y que no hay nada en la vida más importante que vivirla y disfrutarla. Pero debo apresurarme a explicar que no se trata de  “mensaje”  moral alguno, no: es más bien un élan, una forma de entender la vida que hace que sus personajes nos resulten no sólo familiares sino hasta cierto punto, envidiables. Uno lee sus cuentos con una actitud distinta, atento a los zarpazos de la sorpresa pero no del hastío o la reconvención moral; uno se introduce rápidamente entre los personajes y quiere compartir sus peripecias, escucharlos con atención, aliviar sus cuitas,  participar en sus fiestas exactamente como nos ocurriría si ellos fueran reales, quiero decir, de carne y hueso. Para decirlo de una buena vez: uno lee los cuentos de Fernando Ampuero con ganas de que le den un papelito en ellos, aunque sea de extra.  Y eso, amigos, sólo ocurre con la buena literatura...

sábado, 2 de noviembre de 2013

Revista Cultural "Voces de Lima" - Artículo sobre el Dr. Estuardo Núñez



"Voces de Lima" es una revista que, heroicamente, se mantiene como una tribuna bimensual del quehacer cultural del Perú. La recomiendo ampliamente. 

Amalia Cornejo y su hija, excelente fotógrafa, encabezan el equipo que mantiene la vigencia de esta revista que se puede encontrar en la mesa de casi todas las instituciones privadas y públicas del país y en librerías como El Virrey, Casa Verde y otras.
Es un honor colaborar ocasionalmente en este proyecto. En esta edición, me correspondió el honor de escribir un artículo sobre el gran maestro Estuardo Núñez.

Comparto un fragmento de dicho artículo y los invito a conseguir esta revista que presenta una estupenda selección de artículos sobre el movimiento artístico - cultural de Lima.
Me enteré del fallecimiento del doctor Estuardo Núñez, como muchos,  a través de los medios de comunicación  que – con mayor o menor sentimiento – daban cuenta del deceso de tan insigne peruano.  Luego, encontré comentarios más  sentidos  en las redes sociales porque, después de todo,  quienes  se dan tiempo para escribir  en esas páginas no tienen otra motivación sino que la de compartir sus sentimientos con determinada noticia. Y había una pena sincera en todos los ámbitos por la partida del maestro.  Finalmente, también me encontré con algunos amigos que habían tenido el honor de haber conversado, en uno que otro momento, con don Estuardo y todos mostraban su sincera  tristeza. Había partido un peruano ilustre.

Yo no tuve el honor  de haber conversado  con él, pero tuve el privilegio de haberlo escuchado y de haber  leído parte de su amplia y valiosa obra escrita. Por eso, cuando días después,  la infatigable Amalia Cornejo me pidió que escribiera una nota sobre el doctor Estuardo Núñez acepté con el mayor gusto y distinción.

martes, 29 de octubre de 2013

"Gabo: Cartas y recuerdos", de Plinio Apuleyo Mendoza


Me encuentro con un libro muy interesante escrito por Plinio Apuleyo Mendoza, titulado Gabo: Cartas y recuerdos. Por lo que veo, a primera vista, es un  libro en donde este cuenta  anécdotas de su larga  amistad con Gabriel García Márquez. En la introducción se dice que García Márquez se libera del peso de su propio mito y vuelve a ser, simplemente, Gabo. Por lo visto, se trata de documentos de gran valor, en los que el novelista expresa sus dudas, dificultades y esperanzas durante la escritura de obras maestras.
He de leerlo con mucho interés, pero, por mientras, comparto con ustedes algunos fragmentos que llamaron mi atención. Pasajes que dejan entrever ese lado difícil y humano que implica escribir a tiempo completo
Por ejemplo, con relación  al Otoño del patriarca, sólida novela que recuerdo haber leído de un tirón y ya con todo el debido respeto y admiración al escritor colombiano, hay un pasaje que delata el trabajo previo que implicó una novela de esa envergadura. 
Compadre: la vejez me dará por ser ratón de biblioteca. He acumulado una impresionante cantidad de datos para la novela del dictador y ahora estoy seguro de su biografía no se parecerá a la de ninguno. No hay remedio…Para mí la novela del dictador se ha convertido en un límite: o me hundo de una vez o doy un salto al otro lado. Con esa convicción la estoy trabajando diez horas diarias.


Sobre la legendaria novela Cien años de soledad, había leído ya varios mitos sobre su gestación y sobre las grandes dificultades económicas y vitales que había tenido que enfrentar durante su escritura. Pero el siguiente pasaje, es una carta dirigida a Plinio Apuleyo que es la visión más heroica en la creación de una novela:
Compadre: vivo de mis reservas hasta terminar la novela. En dos semanas estará terminado el impresionante mamotreto de 800 páginas…Ha sido una locura. Escribo  desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde; almuerzo, duermo una hora y corrijo los capítulos del principio, a veces hasta las dos y tres de la madrugada. Nunca me he sentido mejor: todo me sale a torrentes. Así desde que regresé de Colombia, no he salidos a ninguna parte: Mercedes aguanta como un hombre, pero dice que si luego la novela no funciona, me manda a la mierda.

La leeré con mucha atención

sábado, 17 de agosto de 2013

Díalogos conmigo y mis otros - Isaac Goldemberg


Comparto con la mayor alegría el reciente poemario de Isaac Goldemberg, escritor peruano en  constante actividad literaria.
Les dejó un poema como muestra de los excelentes versos que encontré en el libro Diálogo conmigo y mis otros.

PÉRDIDA


Un hombre gritaba en plena calle
que no comprendía a la gente
que no entendía a Dios.
Cruzaba el cielo una paloma blanca
y cayeron sobre el cráneo del hombre
dos proyectiles de mierda.
La buena suerte animó al hombre

a seguir gritando lo mismo.

martes, 9 de julio de 2013

Fulano y flor (Cuentos de la Ciudad)



Les dejo una de las crónicas que publiqué en una columna que tuve por algún tiempo en el diario El Callao.







FULANO Y LA FLOR

Fulano sostenía una rosa en la mano derecha y, en la otra mano, cargaba un bolsón negro y envejecido, tipo mochila.  El hombre, de mediana edad, tenía la cabellera lacia, desordenada y algo sucia; una barba de náufrago y una mirada de huérfano que lastimaba. Pude verlo bien porque estaba parado muy cerca de mí, y yo estaba cerca de la esquina que formaban   la avenida Pardo de Zela con Arequipa, aguardando, junto a muchos otros peatones,  a que pasara el colectivo  que me llevaría a casa, por fin, después de tantas horas de oficina y  de complicaciones propias de cada día.
El hombre de la rosa no parecía estar demente, aunque sus ojos lucían algo extraviados; pero la rosa, una sola, de tallo largo y de capullo  encarnado, envuelta en papel celofán, lucía como fuera de lugar entre sus  fachas desastradas y estimulaban cierta sospecha en los transeúntes  fatigados  de esa hora. Por lo menos,  evidenciaban a Fulano como un extravagante o como un tonto de primera clase: de esos que aún escuchan baladas amorosas del recuerdo, que copiaban poemas enmarcados en viñetas de flores trenzadas y que sufrían, a fondo, por amor.
Lo cierto es que sentí vergüenza ajena y opté por separarme unos pasos. Los demás, los que se tropezaban a ratos con él y  descubrían la rosa entre sus manos, inmediatamente mostraban una sonrisa socarrona y poco disimulada, ciertos  gestos burlones y había otros que hasta buscaban la mirada cómplice con algún otro caminante para confirmar la estupidez de aquel Fulano de piel cetrina, casaca azul y con una rosa intensamente roja entre sus dedos oscuros.
Era la hora punta y el cruce de Pardo con Arequipa estaba totalmente congestionado. La  escuálida línea rojiza de la tarde aún se mantenía por encima de los empolvados edificios de Lince, aunque la llegada de la noche ya era irreversible.  Las luces de los faroles iban despertando y los colores fosforescentes de los letreros luminosos  se iban volviendo más nítidos sobre las fachadas de los comercios.
De pronto, de uno de los vehículos de transporte público que reiniciaba la marcha con el cambio de luces,  salió una voz sibilina que gritó en el momento justo: ¡Imbécil!
Fulano parecía no haberse inmutado, pero tenía que haberlo oído porque el insulto se escuchó, fulminante, en el mínimo espacio de silencio que puede darse entre los bocinazos, los silbatos y los gritos de los cobradores que vociferaban nombres de calles y distritos. La voz rasposa se filtró apenas en ese resquicio: ¡Imbécil!

Fulano alzó un poco más la rosa que ahora parecía más erguida, más roja, más intensa. Yo estuve  mirándolo a ratos, conmovido y curioso, pero sin descuidar la visión de la avenida por donde tendría que llegar mi transporte. A ratos, los viejos y desfallecientes árboles que vigilaban la avenida Arequipa susurraban intensamente  cuando el viento del crepúsculo y las últimas parvadas de aves vagabundas removían sus hojas.
Cuando por fin llegó  el colectivo que me llevaría a casa, y lo abordé entre empujones, pude ver que Fulano aún permanecía en su lugar, cerca de un puesto de revistas y casi de espaldas a una carretilla que vendía dulces y cigarrillos al paso. Fulano tenía toda la facha de un hombre a quien habían plantado; no obstante, seguía sosteniendo la flor envuelta en su celofán. A ratos parecía difuminarse entre la cerrazón del gentío; luego, reaparecía: la mirada algo extraviada, la casaca azul, el bolsón colgado del hombro derecho, la rosa roja- casi refulgente - entre sus manos entumecidas.
Recordé que mañana tenía una reunión de trabajo muy temprano, que las ventas habían bajado, que había que trazar nuevas estrategias de captación de mercado y que, en lo personal,  debía mejorar mi récord si quería seguir ascendiendo en la empresa. Es decir, como tantos otros: había que trabajar más, afanarse más, la vida era muy corta, había tanto que hacer.


Cuando el colectivo dio la vuelta por la avenida Arequipa con dirección al Centro, todavía pude ver un poco de Fulano y hasta algunas de las miraditas burlonas de los transeúntes de esa hora. Luego el silbato de la policía apresuró el tránsito, la noche se hizo  definitiva y ya no pude ver más a Fulano.

domingo, 23 de junio de 2013

Gustavo Rodríguez en entrevista con Lenin Solano




Comparto la entrevista que el infatigable Lenin Solano Ambia le hace al importante escritor y genial publicista Gustavo Rodriguez. Vale la pena darse un tiempo para conocer un poco más sobre el trabajo literario de Gustavo. Disfruté mucho con sus novelas "La furia de Aquiles" y, más aun, con "La semana tiene siete mujeres". No obstante, su obra se enriquece con otros títulos interesantes como "Cocinero en su tinta" en donde se develan los asuntos del mundo de la Gastronomía, pero "aderezados" con la historia de Rembrandt Bedoya. Del mismo modo, su novela "La risa de tu madre" que nos entretiene con los sucesos en la vida de Lorenzo Porti, cineasta que queda descolocado al encontrar una foto de su madre en donde ella aparece "como para quitar el aliento".

De otro lado, los aplausos para Lenin que está configurando una gran antología de entrevistas con excelentes escritores peruanos contemporáneos.

domingo, 9 de junio de 2013

El castellano, una lengua fácil de aprender


A propósito de una nota escrita por María Rojas, en el diario La República, en donde se responde a la pregunta sobre cuál sería la lengua más difícil de aprender, me di tiempo para indagar sobre el tema en la red. Allí encontré una página que abordaba el mismo tema y que tomaba como referencia las investigaciones hechas por  el Instituto de Servicio Exterior de Estados Unidos. En buena cuenta, según los resultados de dicha investigación, la lengua castellana resulta ser una de las más fáciles de aprender; en cambio, el coreano, está entre las más complicadas.
Para quienes el castellano se constituye en lengua materna, como es mi caso; pero que, de cuando en cuando, deben hacer un esfuerzo para decir "buenos días"  o frases levemente más elaboradas en otras lenguas, nos solidarizamos plenamente con lo afirmado: el castellano parece fácil, al menos el castellano coloquial, el de la calle, sin exigencias de estilo.
No obstante, hay que aceptar que todo depende del cristal con el que se mire el asunto. En este caso, dependerá de las raíces que sustentan la lengua materna y que alcanzan a una amplia familia lingüística. Es decir que suele haber una buena cantidad de lenguas, aparentemente distintas entre ellas, pero que guardan un mismo origen lingüístico. En estos casos, creo, puede haber una mayor facilidad para aprender dichas lenguas de un mismo pasado, aun cuando ese pasado esté casi perdido en el laberinto de la historia.
De todas maneras, vale la noticia de que el castellano es una lengua  de "fácil aprendizaje". Estimula más la idea de que esta se extienda más allá de los veinte países en donde ya es lengua oficial.
Les dejo una nota interesante en donde se establece una relación de lenguas divididas en tres grupos según su grado de dificultad. Que cada quien saque sus conclusiones

MUY FÁCILES (Se aprende entre 23 a 24 semanas)
- Español
- Portugués
- Francés
- Italiano
- Rumano
- Holandés
- Sueco
- Noruego
- Afrikaans

DIFÍCILES (Se aprende en 44 semanas)
- Hindú
- Ruso
- Vietnamita
- Turco
- Polaco
- Serbio
- Griego
- Hebreo

COMPLICADAS (Se aprende en 88 semanas)
- Árabe
- Japones
- Chino

- Coreano

Datos obtenidos de la página web  "Sabiduría de Escalera"

domingo, 2 de junio de 2013

BIENVENIDA A LA REVISTA "DISTOPÍA LITERARIA"



Hace muchos años, junto a unos jóvenes y quijotescos amigos, fundamos una revista literaria denominada "Insurgencia": insolente, apasionada, crítica. Una revista que no pasó de los seis números y que tuvo más buenas intenciones que logros. Nunca me arrepentí de ella, aunque reconozco que aún se me enrojecen las orejas, tanto por uno que otro artículo recargado de ingenuidad, y también por lo artesanal de la impresión. 

Sin embargo, en el caso de la revista "Distopía Literaria" - que ha lanzado su primer número - sucede lo contrario. Ellos comienzan su aventura editorial con propósitos claros. Por un lado, el análisis del panorama literario desde una perspectiva más responsable. Basta indicar que todos ellos - o casi todos - son egresados de las facultades de literatura, lo que anticipa una visión y crítica más enterada y entendida del trabajo literario. De otro lado, la inclusión de escritores que no son atendidos por una crítica oficial de carácter exclusivista. Para ellos, solo basta comprobar la calidad del trabajo literario. 

No creo compartir mucho sus ideas acerca de la exclusión; no obstante, es gratamente saludable el propósito inclusivo con el solo requisito de la calidad creativa. He leído con mucho gusto el primer número que incluye un editorial que los define, unos lúcidos comentarios sobre la obra de varios autores y, entre otros, un artículo crítico sobre la responsabilidad de los editores de este tiempo.

Aun cuando no han organizado la presentación oficial de esta revista, entiendo que ya está en los estantes de la "Selecta Libreria".
Cuando puedan, consíganla, vale la pena leerla.

domingo, 12 de mayo de 2013

"La eternidad en sus ojos", obra teatro de Eduardo Adrianzén.


Hay historias que logran sacarte de realidad y otras, en cambio, te regresan hacia ella casi con la contundencia de un choque frontal. La eternidad en sus ojos, de Eduardo Adrianzén,  en un montaje dirigido por Luis Carrillo, que acaba de culminar su temporada en la Asociación de Artistas Aficionados,   tuvo ese efecto de encontronazo en mí y, probablemente, en todos los que vivieron las difíciles épocas de los ochenta y noventa, y que asistieron a alguna de las presentaciones de esta evocadora obra.
En primera instancia, La eternidad en sus ojos es la historia de Nina quien,  ya en la ancianidad, recibe la visita de un joven, Claudio, que resulta ser hijo de un amante que ella tuvo cuando rondaba los cuarenta años y Alejandro, el amante, los veinte. Claudio la ha buscado un poco para conocer a la mujer que tuvo  tanto significado en la vida de su padre y otro poco para hallar consuelo para su pena. Es a partir de ese presente, desde donde se inicia el recuento de aquella  relación secreta que tiene como contexto los años de la violencia  terrorista y el deterioro económico y moral que corroyó al Perú de aquella época. 
Con cuadros paralelos que evocan escenas de ese romance a manera de flashback, se va conociendo las peculiaridades de esa relación: los rasgos de su personalidad, sus temores, sus anhelos y sus contradicciones. Todo siempre en el mismo escenario. Los cambios de cuadros se dan solo con un juego de luces y sombras. La historia está escrita de esa manera: la mayoría de los hechos se da en una habitación de hotel. Hay nota adicional, anecdótica: la gran Sonia Seminario actúa como la Nina anciana,  y su hija, Ximena Arroyo, actúa como la Nina de cuarenta. 
Aun cuando sentí que faltaba pulir un tanto el diseño del personaje Claudio, luego, conforme la historia iba adentrándose en la trama y  la atmósfera sofocante de aquellos años iba adueñándose del escenario, el valor de la obra en general quedó por encima de algún detalle secundario.

Aun cuando ya hay voces afirmando que el tema de la violencia y deterioro de aquellos años ya comienza a perder intensidad por un excesivo manoseo; en este caso, pienso que la obra Adrianzén, está por encima de esa acusación.  Es una buena pieza dramática. Tal vez hubo un leve exceso en la pretensión de narrar la historia en varios niveles, lo que quizás hizo difícil, al final, cerrar tantos frentes y por eso se tuvo que recurrir al discurso en la parte final.  Sin embargo, como dije, la obra de Adrianzén y el acertado manejo del montaje, sumado a las aceptables actuaciones de los artistas, dejó en mí una fuerte sensación de haber visto una buena obra, pieza de teatro que evocó momentos cuya intensidad aún marcan mi vida, como una herida que cerró mal y que todavía duele.

domingo, 5 de mayo de 2013

"Sistema solar", de Mariana de Althaus




Recién esta semana pude asistir a la presentación de esta intensa pieza de teatro escrita por Mariana. Pues bien, se ha ratificado la buena impresión que tuve de su trabajo cuando asistí a la presentación de "El lenguaje de la sirenas". 
Tomé un par de fotos, pero salieron muy mal. Tampoco pude hablar con Mariana pues, fiel a su sencillez y discreción, se retiró unos momentos antes entre la bruma del ahora Miraflores invernal.
No obstante, acabo de encontrar un artículo escrito por Renato Cisneros, para La República, que expresa hábilmente la sensación que deja esta obra.
Mis felicitaciones, una vez más a Mariana de Althaus, tanto por su obra como por su libros, y los invito a leer el artículo de Renato Cisneros cuando puedan.
Atención, aún hay tiempo de verla hasta el 26 de mayo. Por supuesto, en el acogedor "Campo Abierto" de Recavarren, Miraflores.

Copio un fragmento del mencionado artículo:
Lo que vemos es un episodio tenso, angustiante, donde una pareja de hermanos y su padre se empeñan en superar viejas rencillas y cruzar la enorme, pantanosa frontera que existe entre el rencor y la reconciliación. Y aunque la situación que se nos narra es en el fondo penosa, cruda, hiriente, la directora huye del dramatismo con brochazos de un humor negro y corrosivo, subrayando el matiz tragicómico de que suelen estar impregnados los conflictos que sostenemos con quienes nos quieren más.
En varios pasajes, esos giros sarcásticos me aliviaron el esfuerzo de disimular las lágrimas. ¿Por qué lloraba? Varias razones. Porque algo de la reciedumbre de mi padre está en Leonardo, el personaje que tan magistralmente compone Gustavo Bueno; porque los incurables devaneos sentimentales de mi hermana están en los vehementes monólogos de Edurne; porque en el solitario y sabio Puli vi contenido a mi sabio y solitario hermano menor, tan dado a establecer iluminadas interpretaciones de la realidad; porque yo mismo he sido varias veces como el asmático Pavel, inseguro, gallina, incapaz de resolver crisis domésticas cuando faltaba alguien que tomara el mando; y porque mi madre tiene no solo el pragmatismo de Paula sino también su vocación optimista.

viernes, 1 de marzo de 2013

Cuento de José Luis Torres Vitolas


Hace unos días tuve el agrado de conversar personalmente con José Luis Torres Vitolas (Lima, Perú, 1971), escritor y editor quien reside  en Madrid desde mucho tiempo. Un excelente escritor, un incansable editor y, por cierto, una gratísima persona que tiene a la sencillez como insignia de vida.
En el Perú, José Luis ya ha obtenido más de diez premios y reconocimientos, tanto en relatos, ensayos y cómics. En el plano internacional, vale mencionar que fue finalista en V Premio Iberoamericano de Cortes de Cádiz. 
Autor de obras como Albatros (Lengua de Trapo, España, 2013) Premio Alfonso el Magnánimo de Narrativa 2012; L (Editorial Albatros, Suiza, 2010); El sapito (Ediciones Altazor, Perú, 2009), 5:37 (Algaida Ediciones, España, 2008) finalista del V Premio Iberoamericano Cortes de Cádiz y las quince novelas breves que componen la Colección Héroes y Personajes (El Comercio, Perú, 2003).
He colocado un cuento suyo en el blog Escritores Peruanos Contemporáneos y, copio un fragmento de dicho cuento en esta Zona para invitarlos a leer esta intensa historia - Negra - que tiene como marco la vida dura que viven algunos en nuestro país.




NEGRA

Del cementerio en el cerro, de las cruces hú­me­das, de las pequeñas casas en construcción, de los ambulantes desperdigados por el lugar, del chichódromo de la avenida, provenía aquel olor distinto, aquel hedor a tierra, a cemento, a fritura, a fruta guardada, a cerveza, a semen, a orines... a po­breza. ¡A Carmen Alto, no voy!, había objetado furibunda mamá Justa. No quería oír razones, no quería entenderlas. No, señor, a ese lugar solo va la mierda, los muertos de hambre nomás viven allí. Y, además, Justa ha trabajado toda su vida para no ser una miserable. Si no fuera porque ya no veo, porque ahora soy una inútil así, ciega ¿Para qué sirvo? Una torpe, eso es lo que soy, una vieja inservible que va ir a vivir con la mierda, por tu culpa grandísima idiota, si fueras aunque sea menos floja, Ana. ¡Ana!, gritó llorosa la anciana, pero Ana calló aquella vez. Jamás había oído hablar así a su madre. Siempre tan delicada, tan co­rrecta. Nunca supo explicarse por qué, pero desde aquel día cambió.
Dos semanas después, el último día de la mudanza, poco antes de entrar en la casa nueva, mamá Justa preguntó: ¿Hueles? Es el olor de la mierda, y sonriendo cruzó a tientas el umbral.
Desde los primeros días Ana hizo un gran esfuerzo. Trató de evitar a su madre que la hostigaba a cada instante. Procuró olvidar su presencia de pasos lentos, de gritos destemplados y ordenó la casa. Dispuso los sillones viejos en la sala de tal modo que esta se viera acogedora. Arregló el pequeño jardín, compró algunos cuadros y floreros para alegrar la vista. Sin embargo, a pesar de todo su empeño, aunque solo llevan allí cerca de un año, ella siente como si el tiempo se hubiese multiplicado eternamente, carcomiéndolo todo, confiriéndole a cada rincón, a cada estancia de aquella casa, la apariencia de décadas de añosa existencia...


sábado, 16 de febrero de 2013

PRESENTACIÓN EN LIMA DE "ASUNTO SENTIMENTAL" de JORGE EDUARDO BENAVIDES.


Hace unos días compartí la mesa de presentación de la novela "Un asunto sentimental" de Jorge Eduardo Benavides. La ceremonia se realizó en la Sala Azul del bar Huaringas, en Miraflores, Lima.
He participado en la presentación de varias novelas y libros de cuentos. Como debe ser, solo participo cuando considero que el libro en cuestión - desde mi sencillo punto de vista -  es un buen trabajo.
Solo que, en este particular caso, además de hablar de una excelente novela, disfruté de mi participación porque presentaba la obra de un escritor que ha hecho de su vocación literaria el eje alrededor del cual giran todos los demás sucesos de su vida. Por supuesto que este no es un caso particular; hay otros escritores que también pueden servir de ejemplo; pero en el caso de  Jorge Eduardo Benavides he sido, en parte,  testigo de esa férrea dedicación literaria y eso le añade un valor testimonial de mi parte acerca de su vocación y pasión por la literatura.
Ya he escrito algunas anotaciones sobre esta novela "Un asunto sentimental" en otro post. Comparto este video con ustedes por la alegría que me produjo esta particular ceremonia de presentación. Ceremonia en la que compartí la mesa con el escritor y  excelente persona Raúl Tola.

domingo, 10 de febrero de 2013

"Obsesión", de Alina Gadea



He leído hace unos días la reciente   e interesante novela  Obsesión de Alina Gadea.  Una peculiar  historia de amor entre un siquiatra  y su paciente, Yvonne.  Digo peculiar historia porque la trama resulta bastante sugestiva, a  pesar de que es difícil lograr algo de singularidad con un tema tantas veces trabajado: el conflicto amoroso. En Obsesión, en la primera parte de la novela, los roles son los esperados:  el doctor  Durand, el siquiatra, aparece  en control de la situación y ella – debilitada emocionalmente por una sucesión de malas experiencias - trasluce  totalmente frágil y dependiente. En algún momento hay un quiebre en los roles.  Paulatinamente, hay un trasvase emocional. Entonces es el doctor Durand quien pierde el control e Yvonne va encontrando el equilibrio.
Ahora bien, este proyecto no habría tenido éxito si no se hubiera trabajado con eficiencia las claves para entender las razones que llevan a ambos personajes a vivir ese intercambio de roles. Por un lado, una paciente que encuentra la fortaleza para superar sus miedos y falta de estima personal en un nuevo y sano amor; del otro, un siquiatra cuya vida – ya se presumía en alguna pinceladas iniciales de la novela – había sido construida sobre los cimientos endebles de un logro económico y social que nunca llegó a satisfacer del todo al personaje. Entonces solo bastó una crisis de emociones para que se desembocara una interesante historia.
 Aparte de los méritos mencionados, hay que destacar un buen y preciso manejo del lenguaje, cualidad que permite una novela breve, pero eficiente.  De otro el lado, también hay que resaltar la pericia en el manejo del final, que hace de la novela un trabajo contundente. Aun cuando considero que algunos de los otros personajes, como el de la esposa y hasta el  novio malo, aparecen levemente arquetipados. Quizás diseñados así para enfatizar lo monótona y fallida que pueden ser algunas vidas aparentemente logradas.
Dejo la recomendación para que lean, apenas puedan, esta eficiente novela Obsesión, de Alina Gadea, Editorial Altázor.